domingo, 26 de diciembre de 2010

Las siete erres del consumidor ecológico

Diversos consejos pueden suponer unas pautas de consumo más justas, respetuosas con la naturaleza y económicas.

Las siete erres del consumidor ecológico

Diversos consejos pueden suponer unas pautas de consumo más justas, respetuosas con la naturaleza y económicas

Reflexionar, rechazar, reducir, reutilizar, reciclar, redistribuir y reclamar. Los consumidores que asumen estas siete acciones contribuyen a conservar el medio ambiente, a lograr un mundo más equitativo y, de paso, ahorran dinero. Varios consejos sencillos de realizar harán posibles estas siete erres del consumidor "verde".

Los consumidores ecológicos son reflexivos y críticos. Reconocen que los seres humanos, como los demás seres vivos, forman parte de un todo interrelacionado: la naturaleza. Cualquier acción que antepone a los seres humanos en detrimento de la naturaleza repercute de forma directa o indirecta en el bienestar humano actual y el de las generaciones venideras. La información y la educación ambiental son claves para que los ciudadanos puedan repensar su manera de consumir.
Las decisiones coherentes con esta postura son muy diversas: elegir bienes y servicios comprometidos con el medio ambiente, caminar, ir en bicicleta o en transporte público en lugar del coche privado, apoyar el uso de las energías renovables y huir en lo posible del uso de combustibles fósiles, consumir alimentos frescos, de temporada y cercanos, vestir ropas realizadas con fibras naturales, etc.

Rechazar

Los productos tóxicos, no biodegradables o no reciclables deben quedarse fuera de la lista de la compra. Este tipo de productos pueden estar en muchos ámbitos del hogar y, siempre que se pueda, hay que rechazar su uso y sustituirlos por otros más respetuosos con el medio ambiente. La limpieza de la casa o de la colada se pueden hacer de manera ecológica sin recurrir a productos industriales.
Los productos tóxicos, no biodegradables o no reciclables deben quedarse fuera de la lista de la compra
Las etiquetas y la información al consumidor de los productos pueden ayudar a discernir cuáles hay que rechazar. Conocer bien los símbolos de reciclaje puede servir para saber si los materiales se recuperarán cuando acabe su vida útil.
Algunos productos tienen un gran impacto ambiental y, por ello, conviene rechazarlos. Es el caso de los artículos que utilizan CFC, causantes de la destrucción de la capa de ozono, otros que tienen una alta huella de carbono, consumen una gran cantidad de agua virtual, causan la deforestación de bosques vírgenes, se basan en el tráfico ilegal de especies amenazadas o utilizan artes de pesca ilegales o sobreexplotan de los caladeros, entre otros. Como posibles sustitutos, se pueden consumir los productos que garantizan la utilización sostenible de los bosques (sello FSC) o de los recursos pesqueros (sello MSC), los productos ecológicos o de comercio justo.

Reducir



- Imagen: Dusan Milenkovic -
El resultado de la fórmula es evidente: menos bienes, menos gastos, menos explotación de los recursos naturales y menos contaminación y residuos. No hay que dejar de consumir, sino hacerlo con cabeza. Antes de adquirir un nuevo producto, conviene preguntarse si de verdad es necesario.
Los consumidores pueden reducir su impacto ambiental de muchas maneras. Al comprar, hay que evitar los productos con un empaquetado excesivo. Siempre que se pueda, hay que elegir los tamaños grandes y los productos concentrados para generar menos basuras y, a la vez, ahorrar dinero. El agua no es un bien inagotable aunque lo parezca cada vez que se abre el grifo. Diversos consejos permiten reducir su consumo sin que sufra el nivel de bienestar. De igual manera, la generación de energía supone la utilización en gran parte de combustibles que generan contaminación, como el petróleo o materiales radiactivos, y la explotación de la naturaleza. El gasto en energía también se puede disminuir en casa mediante unas cuantas pautas sencillas.

Reutilizar

Prolongar la vida útil de los bienes contribuye al ahorro doméstico y a disminuir el impacto ambiental. Los envases o productos de usar y tirar son la antítesis de un consumo responsable y ecológico.
Prolongar la vida útil de los bienes contribuye al ahorro doméstico y a disminuir el impacto ambiental
La reutilización es posible de muchas formas. Al hacer la compra, conviene llevar bolsas de tela o de otros materiales que permitan su uso prolongado y eviten las perjudiciales bolsas de plástico. Las baterías recargables son menos nocivas que las de un solo uso. Las hojas de papel se pueden utilizar por ambos lados y las cajas de cartón se pueden aprovechar más veces para guardar otros objetos. Los libros, los discos, la ropa, etc. se pueden intercambiar entre familiares y amigos, y tampoco está de más darse una vuelta por los mercados de segunda mano. Lo barato sale caro, no solo para el bolsillo, sino también para el medio ambiente. Los productos muy baratos de mala calidad no duran nada y acaban en la basura. En su lugar, los bien elaborados se pueden reutilizar más veces. Cuidar de manera adecuada los productos, hacer caso de las recomendaciones de los fabricantes y repararlos siempre que se pueda favorecerá que duren más. Una forma más sofisticada de reutilizar es el denominado "upcycling", que transforma un objeto sin uso o destinado a ser un residuo en otro de igual o mayor utilidad y valor. Los consumidores logran nuevos productos y se ahorran dinero.

Reciclar



- Imagen: Unión Europea -
Separar los residuos de manera adecuada para su posterior reciclaje es una acción con múltiples beneficios medioambientales. Las basuras recicladas no acaban en los vertederos, cada vez más saturados, los materiales desechados se aprovechan para elaborar nuevos bienes y, por ello, se evita la extracción de nuevas materias primas y se reduce el consumo de energía en su elaboración. Al reciclar una lata de aluminio, se ahorra una cantidad de energía similar a la que consume un televisor durante tres horas. Un bien con aluminio reciclado consume un 5% de la energía que necesitaría si se basara en material virgen. 
De manera similar, los consumidores también pueden practicar el compostaje, un sistema que transforma la basura orgánica en varias aplicaciones ecológicas.

Redistribuir

Los desequilibrios entre los países ricos y pobres no sólo afectan a sus habitantes, sino también al medio ambiente. La humanidad ha duplicado en los últimos 40 años su huella ecológica global, de manera que el consumo actual se basa en la utilización de los recursos de otros territorios o de generaciones futuras. Si todas las personas del mundo vivieran como un ciudadano medio de EE.UU. o de Emiratos Árabes Unidos, se necesitarían más de 4,5 planetas Tierra. La huella ecológica de los españoles también es alta: se requieren más de tres superficies como la de España. El medio ambiente y la humanidad no pueden soportar de manera indefinida este desarrollo insostenible y, por ello, hay que redistribuir el consumo de manera equitativa. Los productos con una menor huella ecológica o basados en principios de comercio justo pueden disminuir estas diferencias.

Reclamar

Los consumidores pueden y deben tener una participación activa en las actividades que influyen en su vida cotidiana. La ley ampara la posibilidad de reclamar y exigir actuaciones que contribuyan a mejorar el medio ambiente y la calidad de vida de los ciudadanos. Las líneas de acción son muy diversas: reclamar a las instituciones más medidas para conservar y recuperar el medio ambiente, reclamar más infraestructuras para poder reciclar, reclamar un mayor apoyo a los productos ecológicos y a las energías renovables, reclamar el uso de bolsas reutilizables en los supermercados en vez de las de usar y tirar, reclamar más productos reciclados y reciclables, reclamar más información medioambiental, etc.
Los consumidores son la base del sistema productivo y sus decisiones de compra pueden modificar las tendencias del mercado. Por ello, realizar un consumo responsable es una manera indirecta de reclamar a las empresas que incluyan la variable ecológica en sus bienes y servicios.

Medio Ambiente


Unidistas por Colombia

“Todos podemos colaborar, Todos somos necesarios”

 

Medio ambiente

El retorno del envase reciclable


 Tomemos como ejemplo  implantar en Colombia el sistema que en Alemania recupera y recicla el 98,5% de las latas y las botellas de plástico

 

Las viejas y buenas ideas, como los envases, retornan. Hace 40 años, los consumidores devolvían las botellas para aprovecharlas de nuevo. Este hábito ecológico podría recuperarse si se aprueba el Sistema de Depósito, Devolución y Retorno (SDDR) en la nueva Ley de Residuos. Alemania lo implantó en 2003 y ha conseguido reciclar el 98,5% de latas y botellas de plástico. El truco consiste en incluir en el producto una fianza de 25 céntimos que se recupera al llevarlo de nuevo al punto de compra. Los envases ya no son una basura que inunda las calles tras un botellón, sino un objeto de valor. El medio ambiente lo agradece, y los consumidores también: los ayuntamientos pueden reducir sus impuestos para la recogida de basuras, la contaminación disminuye y se crean puestos de trabajo para el funcionamiento de este sistema.

El reciclaje de envases no da más de sí



Depositar las latas o las botellas de plástico usadas en el contenedor amarillo es un gesto sencillo que supone su reciclaje y la reducción de su impacto medioambiental. Sin embargo, la realidad desdice la teoría. El consumo de envases ligeros se ha más que triplicado en los últimos años, pero solo se recicla menos de la quinta parte. Se estima que cada día entran en el mercado español unos 51 millones de envases de bebidas, una cifra similar que en Alemania, pero con la mitad de población. Entre 1993 y 2007, la cerveza en lata ha aumentado un 655% y los refrescos, un 143%.
En 2008, Ecoembes, la asociación que gestiona la recuperación y reciclaje de estos residuos, recuperó el 48% de los envases adheridos a su sistema, 535.733 toneladas frente al total de 1.110.972. Esa cantidad supone el 4,22% de los residuos urbanos, mientras que el total de residuos de envases ligeros que se producen oscila entre el 10 y el 15%.
Ante esta situación, el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino (MARM) prepara una nueva Ley de Residuos para asumir las crecientes exigencias europeas, que apuntan hacia el "residuo cero", y superar la obsoleta ley de 1997.
Cada día entran en el mercado español unos 51 millones de envases de bebidas, una cifra similar que en Alemania pero con la mitad de población
Dado que el actual sistema de gestión de estos residuos ha tocado techo, la nueva ley necesita incorporar otra iniciativa que lo complemente y contribuya a aumentar las tasas de reciclaje: el SDDR. Así lo señalan desde Retorna, una asociación de reciente creación formada por algunas de las principales ONG ambientales españolas, diversos agentes sociales y las 350 empresas del Gremio de Recuperación de Cataluña.
Los buenos datos de los 32 países o regiones de Europa, Estados Unidos, Canadá y Australia que ya utilizan el SDDR inducen a los impulsores de esta nueva organización al optimismo. Alemania, que implantó este sistema en 2003, lograba el año pasado una tasa de recuperación de envases del 98,5%. Finlandia, con el 95%, Noruega, con el 93%, o Suecia, con el 84%, también lo han asumido con éxito. Como recuerda Jürgen Resch, de Deutsche Umwelthilfe, la ONG que introdujo este sistema en el país germano, en ciudades como Berlín era habitual ver las calles o los jardines llenos de envases abandonados. El panorama cambió de forma radical a los pocos días de su puesta en marcha.

Un sistema que beneficia a todos

Además de vaciar las calles y la naturaleza de residuos y aumentar el reciclaje, el SDDR favorece a los consumidores. El actual sistema de gestión, además de no recuperar buena parte de los residuos, no asume el principio legal de quien contamina paga, según Víctor Mitjans, de la Fundación catalana para la prevención de residuos y el consumo responsable (FPRC), una organización que también colabora en Retorna. En la práctica, señala Mitjans, el consumidor es el gran pagador, porque al final los ayuntamientos vía impuestos tienen que cubrir la mayor parte de los gastos de recogida de basuras.

 
Los ciudadanos son fundamentales para que el SDDR sea un éxito. Si bien su funcionamiento se basa en un complejo pero bien organizado circuito, para los consumidores el procedimiento es sencillo. Una vez que se ha terminado con el producto, el envase se devuelve a un establecimiento adherido al sistema, como un supermercado. Tanto en su forma manual, con un encargado que recoge el envase, como automatizado, con una máquina específica, se le devuelve al consumidor el dinero del depósito o fianza incluido en ese producto. Sus impulsores apuestan por potenciar los envases reutilizables (una botella de vidrio se puede aprovechar hasta 70 veces), pero también se recogen los envases de un solo uso para su posterior reciclaje.
Por ello, no es un impuesto ni encarece el precio de los productos. Si el depósito son 25 céntimos por cada envase, el consumidor lo anticipa, pero luego lo recupera de manera íntegra. De esta manera, se cerciora de que el envase se recicla y no acaba en un vertedero o una incineradora.
Para organizarse bien, el consumidor puede utilizar en su hogar una bolsa reutilizable en la que deposite los envases vacíos. Cuando vaya a hacer la compra, puede llevar los distintos envases acumulados para que le devuelvan el depósito.
El consumidor es el gran pagador, porque los ayuntamientos tienen que cubrir la mayor parte de los gastos de recogida de basuras
El medio ambiente lo agradece y la economía de todas las partes implicadas también, según los defensores del SDDR. Los fabricantes recuperan más material que pueden aprovechar para hacer nuevos envases y no tener que partir de materias primas nuevas. Las instituciones y ayuntamientos logran que haya menos basuras de las que preocuparse y se generan puestos de trabajo "verdes" en la cadena de de este sistema. Según un reciente informe de la ONG Amigos de la Tierra, el reciclaje adicional de 115 millones de toneladas de vidrio, papel, plástico, hierro, metales no ferrosos, madera y residuos biológicos podrían crear en la UE hasta 322.000 empleos.
Los supermercados y demás establecimientos adheridos incorporan una iniciativa ecológica para recuperar los envases vendidos y aumentan el tránsito de consumidores por sus instalaciones con un dinero "extra" que acaban de conseguir. Aunque al principio supone una importante inversión (una máquina puede costar hasta 20.000 euros), los responsables de estos negocios lo amortizan en poco tiempo. En Alemania, los envases pasan a ser de su propiedad, un material que vale mucho dinero: se pagan unos mil euros por una tonelada de aluminio y unos 400 euros por una tonelada de plástico PET. Y también pueden ser solidario: en algunas cadenas de supermercados de Suecia, Alemania o Noruega, la máquina de devolución de envases ofrece la opción de no recuperar el depósito y destinarlo a alguna acción social local para personas desfavorecidas.


La tecnología también es clave. En Alemania, cada envase que puede reciclarse en el SDDR lleva un logo. Además de indicar al consumidor que puede devolverlo para recuperar el depósito, memoriza la información de cada envase concreto en un código de barras. Las máquinas leen esta "matrícula" y los responsables de su gestión conocen al detalle su trazabilidad, es decir, el ciclo de ese envase. Así se sabe entre otras cuestiones cuántos envases se reciclan en realidad y se evitan posibles fraudes.
No obstante, cada país ha implantado el SDDR con sus propias particularidades. María Elander, de Deutsche Umwelthilfe, reconoce que el sistema alemán incluyó al principio varias excepciones que complicaron su implantación, en especial para los consumidores. Wolgang Ringel, de Tomra Systems, la principal empresa productora de la maquinaria del sistema, señala al modelo escandinavo como el más sencillo y por ello el más idóneo para los países que quieran asumirlo.
Según Mercè Girona, de FPRC, el objetivo de la asociación Retorna es que, si se aprueba en España, se facilite la labor a los consumidores. En una primera fase se incluiría el agua, las bebidas y los zumos envasados en plástico, el vidrio y los bricks, y en una segunda fase los envases de leche y aceite.

Críticas al sistema

El SDDR ha recibido diversas críticas en los países que lo han aprobado, pero según sus defensores no estarían justificadas. Aseguran que no es un sistema caro y no perjudica a los consumidores, reduce la cantidad de basuras, no pone en peligro otros sistemas de reciclaje sino que los complementa, el nivel de aceptación entre los consumidores supera como mínimo el 65%, no hay margen para el fraude porque el sistema lo detecta, las botellas y latas suponen entre el 5% y el 10% en peso pero hasta el 50% de la basura en volumen, por lo que su reciclaje no es secundario, se crean más puestos de trabajo, y los supermercados no se convierten en basureros, porque es un sistema limpio y mecanizado, que además fideliza a los clientes: entre el 60% y el 80% devuelven el envase en el lugar donde lo compraron.